La última comunión de san José de Calasanz

Francisco de Goya: La última comunión de san José de Calasanz (1819)
Óleo sobre lienzo. 250 x 180 cm. Museo Calasancio de los Padres Escolapios, Madrid

Dios nos ha distinguido entre otros, de lo que damos gracias al que todo lo puede.
Carta de Goya a su amigo Zapater (25 de abril, 1787)

La simpatía de Francisco de Goya con las ideas de progreso e ilustración que llegaban de Francia, además de la fuerte crítica a la sociedad de su tiempo en su serie Los caprichos han provocado que se le tenga por un hombre poco creyente. Sin embargo su correspondencia personal indica todo lo contrario, expresiones y términos nos lo presentan como una persona profundamente religiosa.

En esta obra, realizada nueve años antes de su fallecimiento, logra transmitir ese sentimiento de espiritualidad. Nos presenta a José de Calasanz asistiendo a la que sería su última misa, recibiendo el cuerpo de Cristo con un rostro cansado pero apacible, sin miedo a una muerte que sentía próxima. En segundo plano vemos a otros fieles y a unos estudiantes de las Escuelas Pías que el santo fundó -en el año 1597- con el objetivo de poder proporcionar una educación a los niños huérfanos y de clase baja.

La composición se completa con el rayo de luz que cae sobre él, representando de una manera magistral el final del camino terrenal y la entrada en el reino de Dios.

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