Camino con ciprés bajo el cielo estrellado

Vincent van Gogh: Camino con ciprés bajo el cielo estrellado (Mayo, 1890)
Óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm. Kröller-Müller Museum, Otterlo

El concepto de genio en el arte debido a una gracia innata está ya superado, ya que se asume que los condicionantes históricos, educativos y culturales en los que se ha formado hacen posible que el artista haya llegado a desarrollar su técnica y su talento. Aún con esto nadie puede negar que en todos los ámbitos hay autores que destrozan el marco de su época, de la tradición precedente y de la manera de ver la vida.

En julio de 1890, tras varias crisis y ataques muy fuertes de su enfermedad, Vincent van Gogh acababa con su vida en uno de estos paisajes tan recurrentes en su última obra. En mayo de ese año pintaba este lienzo, y en una carta a Paul Gauguin fechada el 17 de junio le escribía lo siguiente:

Tengo aún allí [en Saint-Rémy] un ciprés con una estrella, un último ensayo. Un cielo nocturno con una luna mortecina creciente que apenas se destaca de las oscuras sombras de la tierra, una estrella de un resplandor inusitado, rosa y verde, en un cielo de azul ultramarino por el que se deslizan algunas nubes. Abajo, un camino bordeado de altas cañas amarillas, detrás las bajas Alpilles azuladas, una vieja posada con las ventanas encendidas en un tono naranja y un ciprés altísimo, muy recto y sombrío. Por el camino un carro amarillo tirado por un caballo blanco y dos caminantes rezagados...

En ocasiones hago una descripción literaria de lo que me transmite la obra, sin embargo teniendo este fragmento escrito por el propio Vincent me parecía innecesario. En él podemos observar la forma que tenía de plasmar la naturaleza y la intensidad con la que sentía el palpito del mundo que lo rodeaba. Tan sólo nos resta mirar su pintura con calma, ponernos en sus ojos y sus manos, sentir la sencillez y la espiritualidad que tanto admiraba en sus amados artistas japoneses.

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