Alberto e Isabel Clara Eugenia. La religión, el poder y el uso de la iconografía

Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia accedieron al gobierno de los Países Bajos en el año 1599 con el beneplácito del recientemente fallecido Felipe II, rey de España y padre de Isabel. Su llegada trajo un periodo de paz y prosperidad muy necesario, especialmente tras la Tregua de los Doce años firmada en Amberes en 1609, que terminaba temporalmente con las convulsas luchas entre protestantes y católicos. Todo esto se manifestó en el arte, tanto en la reconstrucción de los edificios religiosos destruidos en la guerra como en los numerosos encargos a renombrados artistas para dotar a los lugares más emblemáticos de la corte de los archiduques del reflejo del poder que ostentaban en ese momento.

Peter Paul Rubens y Jan Brueghel el Viejo: El archiduque Alberto de Austria / La infanta Isabel Clara Eugenia (h. 1615)
Óleo sobre lienzo, 113,5 x 177,5 cm / 113 x 175,8 cm. Museo del Prado, Madrid

Las guerras entre protestantes y católicos condicionaron en su totalidad el arte de la corte de Alberto e Isabel Clara Eugenia, ya que España se opuso frontalmente a la difusión del protestantismo en sus dominios en Europa, considerando este desvío del catolicismo ortodoxo como una herejía y una amenaza al estado y a su propia autoridad. Por este motivo, cuando Felipe II deja el gobierno de los Países Bajos a su hija y a su marido, esta es una de las condiciones que deben cumplir para mantenerse en el gobierno: ser un baluarte de la cristiandad y proteger sus raíces católicas.

Uno de los medios más importantes para este fin eran las artes; arquitectura, escultura y pintura se ponían al servicio de la causa para adoctrinar al pueblo y dejar claro este mensaje. La tregua pactada permitió que artistas alejados por el conflicto regresasen a los Países Bajos invitados por los archiduques con el objetivo de otorgar una nueva imagen a la corte hispano-austriaca.

El más importante de todos ellos es Peter Paul Rubens, que además de jugar el papel de artista hizo lo propio con el de diplomático al servicio de Isabel Clara Eugenia, llegando a participar en las negociaciones de paz en Francia e Inglaterra, dejando ejemplos de su talento artístico en estas cortes.

Peter Paul Rubens: El desembarco de María de Médicis en el puerto de Marsella (h. 1622-1625)
Óleo sobre lienzo. 394 x 295 cm. Museo del Louvre, París

Un ejemplo paradigmático del uso del arte para la exaltación del poder y los fines de un gobernante es el ciclo de pinturas que María de Médicis le encargó al pintor flamenco. El objetivo de estas era legitimar su regencia del trono francés hasta la mayoría de edad de su hijo, el futuro Luis XIII, debido a la muerte del rey Enrique IV.

La singularidad de este encargo está en los temas que representa Rubens, debido a que no hubo ninguna gesta memorable en esta etapa las obras representan situaciones tan triviales como el desembarco de María en el puerto de Marsella o el momento de la entrega de su retrato a Enrique IV, empleando alegorías, símbolos y personificaciones mitológicas y celestiales con el objetivo de engrandecer estos eventos.

Peter Paul Rubens: Enrique IV recibiendo el retrato de María de Médicis (h. 1622-1625)
Óleo sobre lienzo. 394 x 295 cm. Museo del Louvre, París

La alargada sombra que Peter Paul Rubens ha tenido en la historiografía no ha permitido que se le diese un hueco más relevante a pintores como Jan Brueghel el Viejo, que aunque no era un pintor con sueldo fijo sí que tenía fama, encargos y privilegios en la corte de los archiduques; como demuestra la aparición de su nombre en la loa que Albrecht M. compuso tras la muerte del archiduque Alberto en 1621.

Jan Brueghel el Viejo realizó una gran labor de propaganda en la corte de los archiduques. La ciudad de Amberes le encargó en 1618 -junto a otros afamados pintores de la ciudad- dos lienzos con alegorías de los sentidos (La Vista y el Olfato en uno y El Gusto, el Oído y el Tacto en otro); aunque los originales ardieron en el incendio del Palacio de Coudenberg en 1731, Brueghel hizo posteriormente dos copias que en la actualidad se conservan en el Museo Nacional del Prado.

Tiene una gran importancia que Amberes encargase a Brueghel y otros doce excelentes pintores de la ciudad ejecutar esta obra para regalársela a los archiduques, como así la tiene que estos situasen las dos obras en el Salón de Audiencias del Palacio de Tervuren, ya que en este lugar se recibían las visitas oficiales; eran por tanto el reflejo del apoyo y aceptación que la ciudad dispensaba a sus gobernantes, además de los símbolos de exaltación del poder y buen gusto implícitos en la iconografía de los lienzos.

En estas obras Brueghel convierte la corte de Isabel Clara Eugenia y Alberto en una imagen que se ajustaba al concepto que los gobernantes tenían de sí mismos, la abundancia de los objetos representados son parte esencial de las colecciones y la magnificencia de la corte.

Jan Brueghel el Viejo: La Vista y el Olfato (h. 1618-1620)
Óleo sobre lienzo. 176 x 264 cm. Museo del Prado, Madrid

En ambos cuadros los cinco sentidos están encarnados mediante cinco figuras femeninas, como ya estaba establecido en la tradición iconográfica, que están realizando una acción que tiene que ver con una característica del sentido que representan; siendo así sencillo reconocer a la Vista mirándose en un espejo, al Olfato aspirando el aroma de una flor, al Gusto con una copa en la mano y eligiendo una ostra, al Oído tocando el laúd acompañado de dos muchachos cantando y al Tacto acariciando a un animal relajado entre sus brazos. Además hay que señalar que en ambos cuadros y en la serie de los cinco sentidos la escena se enmarca en diferentes lugares de la corte de los archiduques.

En La Vista y el Olfato se pueden reconocer numerosos cuadros de las colecciones de la corte, aunque no todos pertenecían a esta, ya que la función principal es engrandecer y documentar el esplendor de la pintura de Amberes a comienzos del siglo XVII y su variedad de géneros: podemos reconocer obras de autores como Rubens, Frans Snyders, Joos de Momper, Jan Wildens, Sebastian Vrancx, Frans Francken y el propio Jan Brueghel; además podemos apreciar que la gran lámpara lleva el águila bicéfala, emblema de los Habsburgo; también observamos que sobre la mesa de la derecha, junto a un bodegón de joyas, se encuentra un retrato doble de Isabel y Alberto.

Una galería de bustos de hombres ilustres en la parte izquierda, las esculturas y la amplia colección de antigüedades completan, junto a los ramos de flores y plantas de muy variada naturaleza, una obra excepcional del pintor flamenco.

Jan Brueghel el Viejo: El Gusto, el Oído y el Tacto (h. 1618-1620)
Óleo sobre lienzo. 176 x 264 cm. Museo del Prado, Madrid

En el lienzo de El Gusto, el Oído y el Tacto las personificaciones de los sentidos también se encuentran alrededor de una mesa, cada una ocupada en su actividad y rodeadas de suculentos platos que reflejan las costumbres culinarias de la corte. A su alrededor numerosos pajes supeditados a las alegorías mediante la perspectiva se dedican a sus tareas. En la derecha del lienzo vemos un surtido bodegón que representa las piezas frutales y de caza de los terrenos que poseían los archiduques, esto también es una diferencia de altura respecto a la burguesía, que debe adquirir estos alimentos en el mercado, ya que desde 1613 Alberto e Isabel restituyeron las ordenanzas por las que tenían reservado el derecho exclusivo de la caza mayor.

A través de tres arcos se ve un paisaje con estos terrenos, en los que se puede apreciar el castillo de Mariemont, representando de nuevo una vez más que todas estas alegorías y símbolos son el ejemplo vivo de la vida en la corte de los archiduques. Esta abundancia de comida también encierra otro mensaje, y es la prosperidad de los Países Bajos gracias a la paz que el gobierno dirigido por ellos había traído. A la izquierda de la obra podemos apreciar diferentes instrumentos musicales, tal y como se utilizaban en la capilla de la corte archiducal, entre los que reconocemos violas de gamba, oboes y un clavicémbalo con la tapa pintada.

Por último podemos apreciar entre los cuadros colgados en las paredes la alusión a temas que encierran interpretaciones de los sentidos; La extracción dental representa la forma extrema del tacto y El milagro del vino en las bodas de Caná no sólo hace referencia al gusto, también remite a la Eucaristía mediante una experiencia sensorial.

Debido a recientes investigaciones sabemos que otros cuadros de batallas y retratos de estado del pintor que colgaban en las galerías del Palacio de Coudenberg también cumplían este propósito de ensalzamiento del poder, ya que legitimaban y mostraban a los archiduques como guardianes de la paz, mecenas de las artes y protectores del pueblo.

Bibliografía:
Vergara, Alejandro (Coord.) El arte en la corte de los archiduques Alberto de Austria e Isabel Clara Eugenia (1598 - 1633). Un reino imaginado. Madrid: Museo del Prado.

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