Minotauromaquia

Pablo Picasso: Minotauromaquia (1935)
Aguafuerte y raspado sobre papel, 49,8 x 69,3 cm. Museo Reina Sofía, Madrid

Lo primero que se nos viene a la cabeza al observar esta composición son Los desastres de la guerra de Goya. La amenazante expresión del minotauro nos evoca uno de sus soldados y la mujer cayendo del caballo una víctima injustificada del conflicto, asumiendo un dolor inesperado, viendo en el filo de esa espada los días pasados, la impotencia de todos los sacrificios de la historia. En la parte izquierda nos llama la atención una escalera y la huida desesperada de un hombre, quizá el marido de la mujer. Es posible que ya hayan pasado años de esto y que ese hombre siguiese adelante, pero lo hizo mirando hacia atrás, con vergüenza de haberse rendido al miedo, de no haber hecho frente a la situación, arrastrando mediante la razón el peso de nuestros instintos de supervivencia.

Desde la ventana observamos la melancolía y la tristeza de dos mujeres -acompañadas por dos palomas- que trascienden la realidad, posiblemente cansadas de ver que se repiten las mismas tragedias a través de una naturaleza humana perversa. Tampoco sabemos que ocurrió después con esa niña, con esos ojos abiertos al desastre y la expresión serena, con un ramo de flores en una mano y una vela en la otra. Tal vez comprenda algo que a nosotros se nos escapa, que represente la compasión incluso por el alma del soldado, la esperanza dentro del caos, el efímero reflejo de la luz en medio de la oscuridad.

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